"Cuentos frente al espejo"... se está gestando...
“FUTURO EN LA ARENA”
- - Dra. López, ¿Quién habla?
–respondió todavía preocupada por lo que habían tratado en la reunión con los
jefes de los ministerios de salud pública. Con esa voz dulce y peculiar que la
caracterizaba, y que todos podían reconocer hasta entre un millón de personas- -
No, no me habían pasado la información todavía. Estaba en una Junta y no vi la
agenda para hoy. Dígame, ¿qué necesita?
No cabe duda, que, entre todas las probables variantes
de sucesos, ese, en particular era el más inesperado. La noticia la había
dejado estupefacta. No había palabras para describir lo que se estaba moviendo
en su interior. En la abundante canasta de sentimientos que alberga el ser
humano, no había uno que pudiese englobar esta maravilla. Todavía sin creer que
fuese tan fácil para la naturaleza destapar algo así, o crear de la nada, ¿de
la nada?, algo tan inconmensurablemente hermoso, llamó a su equipo. Había que
ponerse en marcha inmediatamente. No se podía perder un segundo de tiempo.
- - Doctores, tenemos una nueva misión. Los espero en media hora. Partimos al desierto de la Región Noroeste de Argentina. Preparen su equipo más completo. Lo que vamos a ver puede cambiar el rumbo de la humanidad.
–S- Sí, doctora-, fueron contestando uno a
uno, los ocho alumnos que formaban su equipo, y que le habían sido asignados
para completar sus maestrías en arqueología y medicina aplicada al estudio
arqueológico. -Allí estaremos-.
Ni bien estuvieron todos en el laboratorio, la doctora
consignó a cada uno el programa de lo que iban a realizar. Inmediatamente se dirigieron
a la nave. Tardarían aproximadamente 20 minutos en llegar. La nave, la apodaron
simplemente así, en honor a la primera que se creó en 2050, totalmente
sustentable con luz solar. Paneles minúsculos procesan la luz solar y permiten
una autonomía de diez horas de viaje.
Todos estaban ansiosos por llegar a un lugar llamado El Médano. Mil veces se preguntaron por
qué sería tan importante que fueran ellos, y no el equipo de arqueólogos que ya
trabajaban en el lugar desde hacía cinco años. Para qué podrían quererlos en un
paraje tan lejano y tan, tan, pero tan solo. Hoy se les desvelaría parte del
programa, que todavía no podía oficializarse. Mientras pensaban y conversaban
sobre eso, La Nave aterrizó suavemente en un helipuerto, que, dicho sea de
paso, a pesar de encontrarse en un lugar bastante alejado de las grandes urbes,
tenía una tecnología envidiable. Ellos, artistas de la tecnología
autosustentable, eran capaces de ver los detalles más ocultos, y difíciles de
encontrar para un ciudadano común. El Médano era una mezcla de Tierra y Luna,
su geografía era increíblemente hermosa y árida. Varios de ellos se preguntaron
si, el equipo que estaba allí desde hacía cinco años, había desentrañado todos
sus misterios. Ya estaban interesados, aún antes de bajas del transportador. En
la caseta de aterrizaje, estaba un médico, vestido con su guardapolvo blanco,
realizado en tela antidesgarre, seguramente mezclada con aluminio.
- - Buenas tardes, Dra. López,
doctores. Es un honor tenerlos aquí.
- - Buenas tardes, gracias,
el honor es nuestro. Todavía estoy sorprendida por su invitación, Profesor Gamin.
Mi quipo y yo estamos seguros de que no nos necesitan, pero aquí estamos, para
lo que nos diga. Los comisionados nos pasaron parte del programa, pero, nos
alertaron de la importancia de mantener secreta la razón principal de nuestro
viaje.
. Vengan conmigo, Donna, ¿la puedo llamar por su
nombre? me siento más cómodo.
. Por supuesto profesor. Desde ya.
Una
plataforma desplazó al grupo, inmediatamente fuera de esa especie de
Observatorio astronómico al que llegaron. Casi al instante recorrieron los
kilómetros que los separaban del desierto, y debieron sujetarse como en una
nave espacial de alto vuelo. Si la vista del desierto era impactante, lo que
presenciaron, seguidamente, no entra en los parámetros del diccionario. Todos
quedaron, incluida Donna, como habrían dicho los poetas de otra época inmortal,
encantados. Esa es la palabra que
mejor le sienta a esa sensación que los invadió.
Los
ocho arqueólogos que se pusieron en camino desde Buenos Aires, todos, ni uno
menos que el otro, estuvieron sorprendidos por el llamado. Las máquinas que
inventaron, hace cincuenta años, un grupo de ingenieros, le permitieron al
planeta potabilizar el agua del mar. El agua siempre fue un recurso escaso
frente a la cantidad de seres vivos que habitan esta pequeña porción de universo,
que es la Tierra. Haber logrado colonizar la Luna y Marte, no dio a la
humanidad, la posibilidad de encontrar evidencia de otros seres vivos, más que de
bacterias, ni tampoco algo parecido a agua dulce. El agua es un recurso valioso
y escaso, y se ha logrado potabilizar gran parte de lo que queda en el planeta.
Eso fue lo mejor que se logró en este último siglo. Pero sin la conciencia de
su importancia, hoy ya no habría planeta del cual asombrarse. La docencia le
había enseñado a Donna, a ver las cosas desde muchas perspectivas. Lo que
estaban por presenciar seguramente requeriría de esa cualidad. Sus alumnos
tenían voz y voto como ella. No había quien más, quien menos, todos tenían su
opinión en ese grupo, y era totalmente respetada. Cada uno tenía una capacidad
diferente, por lo cual, era necesario que todos pudieran desplegar sus
conocimientos con total libertad. Si bien, ellos casi veneraban a Donna, ella,
por su parte, admiraba a cada uno, profundamente.
La habían sostenido en sus peores momentos, y ella sabía
que contaba con cada uno, y con esa capacidad profundamente crítica y deductiva
conque la naturaleza los había dotado. Estaba segura de que, lo que fuera,
juntos podrían resolverlo. Por eso no le preocupaba el no saber dónde se
dirigían.
- - Profesor, este lugar es
de ensueño
- - Y todavía no ha visto lo
mejor.
Bajaron de la plataforma aérea. El resto del camino
sería a pie. A ninguno le disgustaba caminar. Estaban acostumbrados a caminar
largas distancias, y amaban el aire libre. El peor castigo era estar entre las
paredes del laboratorio. Así que iban muy entusiastas, atentos a todos los
detalles del paisaje árido que tenían delante. Igualmente, se preguntaban en
silencio, qué podría haber de bueno entre medio de la arena.
Los médanos tenían la atura de las montañas. El viento
había cubierto muchos de ellos con tierra amarronada. Les parecía estar
caminando sobre la Luna. Habían espinas tipo rosetas. Fácilmente podía uno,
confundirse y querer escalar, hundiéndose rápidamente hasta el cuello. Daban
ganas de emprender una carrera para llegar a la cima. Pero bueno, eso quedaría
para después. Primero el deber, luego, se vería.
El paisaje los había sumido en un silencio
reverencial. Solo se escuchaba la respiración, y el roce de la ropa de fajina
que usaban en ocasiones en que no se sabía con qué se encontrarían. Diseñada
con polímeros resistentes, los protegía de cualquier tipo de ataque orgánico, o
no. Estaban acostumbrados a lo difícil que es ayudar a la naturaleza a crear lo
que ya no existe. El perfume de la tierra seca, que ya les estaba dejando la
piel como un cartón, de a poco, se empezaba a confundir con el aroma que se
desprende luego de una tormenta de lluvia. Comenzaron a mirarse unos a otros.
Ese olor particularmente, no lo habían sentido nunca. Sus corazones comenzaban
a latir cada vez más fuerte. El camino sinuoso y pesado por la arena, empezaba
a verse sembrado de pequeños arbustos verdes, de un color verde fresco. Ese
color sólo lo habían logrado en los invernaderos artificiales que tenían en
todas latitudes de la Tierra.
Cada tanto, se miraban de soslayo, y todos miraban a
Donna, porque intuían que algo estaba por suceder. Se podía ver en su mirada,
no solamente la sorpresa, sino lágrimas que pugnaban por asomar, porque ella sí
estaba dándose cuenta de lo que estaban por encontrar. Después de tantos años
de trabajar para hacer potable el agua salada, y de buscar, aunque más no fuera,
un resquicio de agua dulce entre las grandes extensiones amazónicas, era
inconfundible el olor a agua limpia, a agua surgente. Ver a Donna con esa
expresión les hizo prestar más atención. Todos eran jóvenes, y esa mujer
cincuentenaria, siempre los sorprendía con conocimientos que ellos ni se
imaginaban. Lo que iban a encontrar no iba a ser una planta exótica, como se
habían imaginado.
Las botas se les hundieron un poco. Los trajes, que
parecían de astronautas, no les habían permitido mirar hacia abajo. Además, el
paisaje les hacía mirar hacia arriba. Al hundirse, las botas, no pudieron hacer
a menos de frenar un poco la marcha, y observar una especie de líquido, que
mojaba la arena. Se podría decir que esa mezcla era: barro. Pero no podía haber
barro en cielo abierto.
- - De hecho, doctores,
estamos entrando en la reserva natural de Los Médanos. Aquí, los pobladores
traen a sus hijos a pasear, y pasar los fines de semana. Los árboles son obra
de los naturalistas y científicos de la zona, pero el resto, es un milagro.
Se sorprendieron ante la palabra milagro. Era algo del
pasado. Era una palabra que todos habían estudiado en las religiones que
profesaban los antepasados, por eso se sorprendieron tanto. Vieron a Donna
hacer su gesto, tan característico, cuando algo no le cuadra, de levantar la
ceja izquierda. Los demás se miraron discretamente entre ellos.
Junto al profesor Garmin vinieron dos guías de la
región que sabían lo que estaba sucediendo, y estaban entrenados para las
grandes hazañas de la naturaleza, pero hasta ellos estaban emocionados. Iban
tratando de no caerse, hasta se chocaron unos a otros, cuando pararon de golpe.
Y todos, pero todos estuvieron de acuerdo en que esto, era algo que no se había
visto, hasta ahora, en el siglo actual. No se puede pensar que entre tanta
arena hubiese otra cosa más que arena.
Frente a ellos surgió un arcoíris de colores formado
por el agua que manaba la vertiente. El agua se perdía en un río subterráneo, y
parecía no tener fin. La belleza de este paisaje quedaría grabada en sus ojos y
en su mente por el resto de la existencia. A pesar de lo que les dijeron, todo
este primer día, igualmente, realizaron todas las pruebas químicas y
toxicológicas para corroborar lo que ellos ya sabían. El agua era pura,
incolora, inodora, y, además, interminable. Había que comunicar a la
Organización Mundial de la salud, y a todos los líderes del mundo, que estaban
frente al hallazgo más grande nunca visto en este siglo, y que la humanidad,
finalmente, tendría una esperanza.
El Dr. Garmin y sus asistentes, les contaron que
apareció hacía, aproximadamente, un mes, y desde ese día, no dejó de surtirles el
agua que había hecho florecer todo, hasta el alma de los habitantes de la zona.
Y ya habían reportado otra boca, que se estaba abriendo en otro lugar a 50 km
de allí. Si hubiese un Dios, dirían que realmente era un milagro.
Desde ayer ninguno emitía palabras. Es que sobraban, o
faltaban. Cualquier cosa que dijeran estaba de más. Trabajaron sin parar hasta
el amanecer, para reportar el descubrimiento, y que no quedara absolutamente
nada librado al azar. Ya habían perdido todo punto de apoyo. Estaban viendo
envejecer y morir el planeta Tierra. Y ahora, todo volvía a vivir. Todo se
renovaba. Para todo, ahora, había un futuro. //////////////
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