La ventana de la cortina verde





Verónica Cecilia (Vicky) Jalitt
EL BALCÓN DE LA CORTINA VERDE
            Amira se sumía fácilmente en los ensueños, y sueños de una vida tardía, llena de baches, reservorios de vidas perdidas. Ella, decía siempre que era mejor vivir adentro de un pozo, que no vivir. Por eso, había vivido tantas vidas en una sola, que no las podía contar. Simplemente, no pensaba. Tenía la filosofía de que, la vida había que aprovecharla con lo que viniera, y lo más claramente justo, era no pensar en nada “Akuna matata”, como en el dibujito animado.
            Los reservorios eran el cajón de sus recuerdos, pero, como no podía con ellos, los dejaba a merced de los pensamientos. Libres como el viento, y que salieran cuando quisieran, total, para ella era lo mismo. Hoy sería una vida nueva, como ayer, y antes.
            Una de las tantas cosas que le gustaba hacer, era caminar. Caminaba largos senderos, atravesaba la ciudad caminando, y observando. Le gustaba mucho crear historias con cada cosa que veía. Se las contaba para sí misma, y luego, cuando ya la tenía armada, con todos los detalles, la ponía en lapicera. Tenía altos, y altos de escritos, leídos solo por ella. No era que no se animara a contarlos, sino que todavía no había llegado el momento.
            Tenía grandes amigas, que siempre estaban. Era solitaria, pero conservaba sus amistades como un tesoro, eran su cable a tierra. Muchos años vivió presa de miedos irracionales que no la dejaban crecer, y sus amigas, la habían devuelto a la vida. Por eso Akuna matata, era su lema.
            Este día atravesó la ciudad y se metió por una peatonal nueva. Genial, era tan angosta que los autos molestaban. Y la calle seguía, y no terminaba nunca. De repente, miró hacia arriba, algo le llamó la atención. El árbol llegaba hasta la altura del techo del edificio, y su tronco se bifurcaba artísticamente. Estaba como seco, por el frío del invierno. Una de sus ramas más añejas, descansaba en un balcón, en el cual se divisaba una ventana alta, de madera maciza, detrás de la cual se veía una cortina verde. Sintió como si un remolino la levantara, y perdió el conocimiento. Cuando se despertó, estaba mirando por la ventana de la cortina verde, desde adentro.
            No lograba entender qué hacía allí, y menos, cómo había llegado hasta esa ventana, que tanto la atrajo desde la calle. Era perfecta, las mariposas revoloteaban en las flores del balcón; la rama gruesa del árbol, casi se posaba en la reja de hierro retorcido, y la madera de la ventana tenía el color del cedro. Trató de abrirla, pero no pudo. No tenía picaporte. Desde esa ventana pudo ver a la gente ir y venir, frenéticamente, sin pausa, sin sosiego. Todos apurados, como si el mundo se fuera a terminar ahora. Miró el Cielo, y el turquesa brillante de la siesta, la dejó impactada.
            Se dio cuenta de que, si seguía mirando, se le iba a hacer tarde para volver a su casa, y de noche no convenía caminar. Se dio vuelta para ir hacia una puerta de salida, pero lo único que vio fue un árbol. Buscó alrededor, pero no había nada más. Como su espíritu no se dejaba avasallar por lo indescifrable, se acercó al árbol, e inmediatamente pudo vislumbrar una escalera que colgaba de una de las ramas. Parecía el de afuera, pero no podía ser, si estaba afuera. Se decidió y comenzó a bajar despacio y con calma. Lo extraño era la ventana, ya que, mientras más bajaba, más cerca estaba de ella. Cuando tocó suelo, las cortinas verdes flamearon, dejando la ventana abierta. Salió corriendo, cerrándola detrás.
            Se despertó apoyada en el árbol, donde dos mujeres le mojaban la frente y la nuca. Las miró sorprendida. Todo era tan real. Una de ellas, se le acercó al oído y le murmuró - Sabemos lo que te sucedió. Lo tenés que escribir sino no tiene sentido. – Sí, claro. Claro. Quién es usted, cómo se llama.
            La mujer la miró con un gesto dulce y, como en una película, se fue esfumando, mientras la otra mujer la ayudaba a levantarse. –Gracias. ¿Usted sabe lo que pasó? La mujer que quedaba, asintió con un gesto, pero no habló. Dio media vuelta, y entró a la casa. Amira levantó la mirada, y allí estaban las dos, en la ventana, sosteniendo la cortina verde. Como una foto. Hubiese querido tener el celular para capturar este momento. (4228 caracteres)


Comentarios

  1. Si quieren saber más de recomendaciones de la lengua, para saber con precisión cómo usar ciertos términos, modos correctos, etc. pueden visitar el sitio que sigue. ¡Totalmente recomendable!
    https://www.fundeu.es/embed-recomendaciones/"

    ResponderEliminar
  2. Este, junto a otros cuentos, formará parte de mi siguiente libro!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Preventa de mi nuevo libro